«SITUACIÓN Y PERSPECTIVAS DE
LA FAMILIA Y LA VIDA EN AMÉRICA»
DECLARACIÓN DE SANTO
DOMINGO
Los presidentes del Pontificio Consejo para la
Familia, de la Pontificia Comisión para América Latina y del Consejo Episcopal
Latinoamericano, así como los presidentes o delegados de las Conferencias
Episcopales de América, con algunos matrimonios y profesores universitarios,
reunidos en la ciudad de Santo Domingo, hemos estudiado las legislaciones, la
problemática de la familia y la vida en el Continente, dentro del contexto de la
globalización cultural.
Nos dirigimos con respeto, insistencia y esperanza a
todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sensibles al gran valor de la
familia y la vida, y en modo especial, a los responsables de los poderes
ejecutivo, legislativo y judicial en nuestros países. Queremos compartir con
ellos informaciones y preocupaciones, a la luz de la enseñanza de la Iglesia,
dialogar sobre el respeto debido a la familia y la vida, que tiene su fundamento
en la verdad del hombre y, por tanto, en una genuina antropología.
I. Situación de la familia
1. En muchas naciones la verdad sobre la familia está
amenazada como institución natural (Juan Pablo II, Homilía en Braga, Portugal
15/5/1982); bien necesario para asegurar el tejido social, sin el cual el futuro
de los pueblos se halla en grave peligro. Más aún, debido a una fuerte presión
ideológica, se diría que hay el propósito de desmontar pieza por pieza el
edificio de la familia fundamentada sobre el matrimonio.
2. Con sutiles instrumentos de manipulación
intelectual y jurídica y de ambigüedad terminológica se extiende cada vez más
una mentalidad que con el pretexto de progreso y de modernidad va destruyendo
los principios y valores básicos del matrimonio y la familia. La humana donación
recíproca amorosa entre los esposos, por toda la vida, la fidelidad y
exclusividad matrimoniales, la fecundidad (Pablo VI, Encíclica «Humanae vitae,
n. 9), se relativizan y presentan como si sólo fueran fruto de acuerdos externos
y estadísticas sociales, mutables según las circunstancias.
3. Nos preocupa como obispos, pastores y ciudadanos
del mundo que se viole la soberanía y cultura de nuestros pueblos y que no se
responda a la profunda y legítima aspiración de nuestra gente de ver tutelada y
ayudada la familia en su misión integral, como la mejor inversión y el más
precioso «capital humano», en beneficio de la entera sociedad. Muchas familias,
que viven heroicamente y merecen el reconocimiento de la sociedad, trabajan y
luchan por educar integralmente, con todos los valores, a los hijos para
asegurarles un futuro digno.
II. Verdad de la familia y la vida
4. La auténtica familia, santuario de la vida y
primera y más profunda escuela de amor y ternura, anima e impulsa a la juventud
a buscar la felicidad en los verdaderos valores humanos. Estos se encuentran en
el señorío de la libertad, en la generosidad, solidaridad y sobriedad.
5. Una sociedad y cultura sanas se reflejan y se
nutren de la salud de la familia. Igualmente, una sociedad y cultura enfermas se
reflejan en una familia débil y deteriorada. El futuro de la humanidad no será
posible sin el reconocimiento y respeto de los valores de la institución natural
familiar. Los que tienen en sus manos y son responsables, en cierta forma, del
porvenir de nuestros pueblos, deben ser guardianes y promotores de la familia y
de la vida ya, que la salvaguarda de éstas es responsabilidad de toda la
sociedad, especialmente de quienes están a su servicio, en la noble vocación de
la política.
6. La familia fundada en el matrimonio libre y
vinculante del esposo y la esposa, es, por su propia naturaleza, célula básica
de la sociedad y patrimonio de la humanidad. Jesucristo ha elevado a la dignidad
de sacramento esa comunidad de vida y amor.
7. Nos aflige profundamente la pretensión de dar un
reconocimiento legal, con los efectos jurídicos que la tradición de los pueblos
sólo reconocía al matrimonio, un bien eminentemente público, a las llamadas
«uniones de hecho», en sus diversas versiones y etapas. Es aún mayor nuestra
inquietud cuando tal pretensión se refiere a personas del mismo sexo. Es
inadmisible que se quiera hacer pasar como una unión legítima e incluso como
«matrimonio» las uniones de homosexuales y lesbianas, hasta con el pretendido
derecho de adoptar niños. Implícita e incluso explícitamente se presentan como
alternativa a la familia. Reconocer este otro tipo de uniones y equipararlas a
la familia es discriminarla y atentar contra ella.
8. La familia y la vida caminan juntas. Por eso, todo
desconocimiento y ataque a la familia lo es a la vida, y todo desconocimiento y
ataque a la vida lo es a la familia. En medio del debate científico y moral del
momento sobre los complejos problemas de la bioética, entre los que cabe
mencionar la ingeniería genética, la clonación, la fecundación asistida y la
eutanasia, queremos reafirmar la sacralidad de la persona humana desde la
concepción hasta la muerte natural. La ciencia no puede erigirse en exclusivo
criterio al margen de los principios éticos, pues comprometería a la persona y a
la sociedad.
9. Dice Juan Pablo II: «El hombre de hoy vive como si
Dios no existiese y por ello se coloca a sí mismo en el puesto de Dios, se
apodera del derecho del Creador de interferir en el misterio de la vida humana y
esto quiere decir que aspira a decidir mediante manipulación genética en la vida
del hombre y a determinar los límites de la muerte. Rechazando las leyes divinas
y los principios morales atenta abiertamente contra la familia. Intenta de
muchas maneras hacer callar la voz de Dios en el corazón de los hombres; quiere
hacer de Dios el gran ausente de la cultura y de la conciencia de los pueblos.
El misterio de la iniquidad continúa marcando la realidad de este mundo.» (Juan
Pablo II, Homilía en Cracovia, 18/8/2002).
Nos impresiona que mientras se proclaman, con
legítima insistencia los derechos humanos fundamentales, y sin duda que el
primero es el derecho a la vida (cf. art. 3 de la Declaración universal de
derechos del hombre), se difunde cada vez más el crimen abominable del aborto.
El mismo Santo Padre denuncia la conversión del delito en derecho (cf. Juan
Pablo II, Enc. Evangelium vitae, n. 11).
10. Nos interpela a todos la extrema pobreza de la
gran mayoría de las familias en nuestro Continente. El capitalismo salvaje y la
dictadura del mercado provocan cada vez más desigualdad entre los hombres y el
crecimiento del desempleo. Compartimos el sufrimiento de tantas familias que
experimentan la necesidad de emigrar por la falta de oportunidades de trabajo en
muchas regiones.
Se requiere crear y mantener una red de solidaridad
real, que reconozca en todo hombre a nuestro hermano. Así la globalización será,
como propone el Santo Padre, una verdadera globalización humana y humanizante y
una auténtica «globalización de la solidaridad» (Juan Pablo II, Exhortación
Apostólica «Ecclesia in America», n. 55).
Esta aspiración es compartida por diversas personas
de reconocida autoridad en el campo de la política, de la sociología y de la
economía.
11. No es verdad que el incremento de seres humanos
sea la causa de la pobreza y la miseria. Sabemos que ellas son producto de la
injusticia reinante. Esta es la que produce mayor enriquecimiento de los ricos y
más empobrecimiento de los pobres. Nunca antes hubo mayor contraste entre
riqueza y pobreza. Dentro de este contexto, la víctima principal es la familia.
Para los niños, invitados al banquete de la vida, la mayor pobreza es carecer de
una familia en la que sean acogidos, amados y educados. La pobreza se agrava sin
la familia, y empeora notablemente al no poder tener una familia con una mínima
dignidad. La voracidad del poder económico puede llegar a destruir otro elemento
esencial de la vida, el equilibrio ecológico de la creación
III. Necesidad de actuar
12. Los políticos y legisladores, no sólo los
católicos, son invitados en virtud del sentido mismo de las leyes en pro del
bien común, a no dar su voto a proyectos de leyes inicuas. Les pedimos
insistentemente que busquen iniciativas creadoras en favor de la familia y de la
vida, que se plasmen en lo posible en una legislación orgánica y positiva.
13. El Santo Padre Juan Pablo II (Discurso a la Rota
Romana, 28/1/2002), ante el crecimiento de una mentalidad divorcista, invita a
una actitud coherente e incluso a la objeción de conciencia ante leyes injustas,
que por serlo, no son obligantes. El derecho a la objeción de conciencia es
particularmente urgente ante la avalancha de proyectos de ley sobre uniones de
hecho en sus diversos niveles, que atientan contra la singularidad del
matrimonio.
¿Cómo podría un cristiano, un político o legislador
coherente, incluso si no comparte nuestra fe, dar su voto o prestarse para
«celebrar» dichas uniones que discriminan de hecho su mundo moral?
14. En nombre de Jesucristo, a quien nosotros
reconocemos como único Salvador del mundo, anunciamos el Evangelio de la vida,
sin pretender imponerlo. La verdad vale por sí misma y es capaz, por su
esplendor, de convencer y seducir a los hombres y mujeres de buena voluntad.
La historia interpela a la humanidad entera en el comienzo del nuevo milenio
y urge especialmente a los dirigentes a gestar una sociedad digna del hombre.
Con el Santo Padre Juan Pablo II (Homilía en la
Basílica de Ntra. Sra. de Guadalupe, 23/1/1999), concluimos diciendo: «La
Iglesia debe manifestarse proféticamente contra la cultura de la muerte. Que el
Continente de la Esperanza sea también el Continente de la Vida"
Santo Domingo, 4 de septiembre de 2002 (se ha
convenido que esta Declaración se haga pública desde el Vaticano, en la
significativa fecha del 12 de octubre de este año).
Alfonso Cardenal, López Trujillo
Presidente Consejo Pontificio para la
Familia
Giovanni Battista Cardenal, Re
Presidente de la Pontificia Comisión para América
Latina
+ Jorge Enrique
Jiménez Carvajal
Presidente del CELAM